Como parte de un compromiso personal, cada año alrededor del Día de la Mujer escribo un texto, que la verdad no le gusta a todo el mundo, proponiendo no perder de vista que es mala idea que nos saluden, que nos feliciten o que nos manden regalos. Es más, es pésima idea que por ser día de la mujer los colegas, parejas o familiares hombres este día justamente nos “ayuden” con alguna tarea tradicionalmente femenina o nos propongan que tomemos un “merecido descanso”. 

Recordemos que el Día Internacional de la Mujer es para reconocer, visibilizar y sumar esfuerzos a favor de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, para poner en nuestras agendas la necesidad de tomar acciones que aseguren que las mujeres pueden ejercer todos sus derechos ciudadanos y que no enfrentan discriminación, ni menores oportunidades que sus pares varones. Es para recordar la tarea pendiente que como sociedad tenemos, no para celebrar a las mujeres.

Es un día en el que no celebramos que la tenemos más difícil. No celebramos que somos discriminadas, que trabajamos más, que nos pagan menos (por igual trabajo) o que no accedemos a los mismos puestos que los hombres. Es un día donde aprovechamos para reconocer los avances, que son importantes y valiosos, pero que aun insuficientes, y sobre todo, que en muchos casos no representan avances sostenidos ni sostenibles. Muchos de los avances en la equidad entre hombres y mujeres son puntuales y no siempre parte de un cambio social mayor. Por eso, no es un día para celebrar, es para hacer visible que la tarea es larga y pendiente y que las mujeres aun la seguimos teniendo más difícil.

No voy a repetir que las mujeres enfrentan inaceptables niveles de violencia de género (física, psicológica, acoso), que ganan menos que los hombres por igual trabajo, que trabajan más que sus pares varones en tareas no remuneradas, o que tienen menos posibilidades de acceder a un puesto directivo o de llegar a ser elegidas para un puesto de representación. La evidencia es clara, la ruta de acción también.

Hay decenas de recomendaciones para los estados, para las empresas, para los colectivos sociales sobre como mejorar la equidad y promover iguales oportunidades para las mujeres. Basta tener ganas de tomar acción para encontrar qué y cómo hacerlo.

Por ello quiero destacar dos asuntos relevantes para la agenda de equidad de género, son dos asuntos en los que hacemos poco, sobre lo que hablamos poco. Primero, las aspiraciones. Las niñas y mujeres que pueden lograrlo todo, tienen que saber que pueden hacer lo que quiera en su vida, que sin ser excepcionales –siendo normales- pueden ser científicas, geólogas o matemáticas o lo que decidan ser. Para ello tenemos que romper estereotipos, roles tradicionales y mostrar ejemplos.

Es central para ello que los hombres acepten en buena ley, que quieran, la presencia femenina a “sus” espacios (aló, club de Tobi). No se trata de desplazarlos, sino de competir como iguales, ganar diversidad y atraer más talento a cada espacio.

En este aspecto, las señales son importantes. Por ello es interesante ver la corriente en el mundo académico donde está muy mal visto tener por ejemplo paneles en conferencias o eventos donde solo hay participantes varones. Tengo varios colegas que simplemente no participan en mesas, paneles o presentaciones donde todos los panelistas son hombres. Igual quienes rechazan participar en tomos colectivos si solo hay autores hombres.

En la misma línea es clave resaltar el caso de mujeres en actividades tradicionalmente masculinas. Las mujeres científicas por ejemplo o aquellas que conducen maquinaria pesada.

Por el contrario, es poco auspicioso cuando vemos al principal diario de circulación nacional que luce a sus columnistas de opinión en primera plana de su edición dominguera y todos son hombres. Seguramente, ni siquiera sienten que tras ello hay un mensaje negativo para las mujeres. Lo mismo sucedió con el proceso de nominación y selección de los miembros del directorio del Banco Central de Reserva hace pocos meses. No solo todos los miembros son hombres, sino que ni se vocearon mujeres para esos puestos, pero peor aun, quienes propusieron candidatos, ni siquiera prestaron atención a la ausencia de mujeres en sus propuestas y preferencias.

Además de dar señales correctas, necesitamos ejemplos de mujeres que han logrado llegar a donde querían y que estos ejemplos puedan asociarse a mujeres normales, no solo a caso excepcionales (que los hay, y varios por suerte). No podemos seguir diciéndole a las niñas que las mujeres que han logrado lo que se proponían, lo hicieron por ser superdotadas. Todo lo contrario. Lograr lo que uno se propone tiene que ser resultado del esfuerzo, la pasión y el trabajo duro, y no de la excepcional posesión de un don, superpoder o talento único.

Para cerrar el punto, necesitamos que aquellas mujeres que han logrado avanzar, vencer la discriminación, ayuden a otras mujeres a hacer lo mismo. Que sean ellas las que lideren los cambios en las estructuras para que otras puedan lograr lo mismo, de manera más sencilla, con menos confrontación y sacrificio. Que sean ellas las que generen corriente de opinión, con el poder de haber logrado lo que se propusieron.

El segundo asunto tiene que ver con la urgencia de tomar acción en el espacio doméstico. Así como las mujeres han ido entrando al mercado laboral a paso acelerado, los hombres han entrado al mercado del trabajo no remunerado, doméstico, a paso de tortuga coja. Los hombres tienen que entrarle a las tareas del cuidado de niños, enfermos y adultos mayores, a la limpieza, a la lavada de ropa. No como favor de un día, sino como práctica habitual.

Siempre pregunto cuántos padres tienen grabado en su celular el teléfono del médico de sus hijos o de sus padres. Les aseguro esa información está mayoritariamente en manos de las mujeres de su familia. Eso hay que cambiarlo. Si no comenzamos por estos cambios en nuestras casas reproduciremos lo que tenemos hoy. Los niños y niñas tienen que ver a los adultos de su entorno vencer los roles tradicionales. Tenemos que naturalizar el cambio a favor de la equidad. Tenemos que hacer visible que el trabajo doméstico es un trabajo, que cansa, que a veces se hace sin ganas, que no siempre es super motivador y entretenido, pero que igual hay que hacerlo y hay que hacerlo sin importar si se es hombre o mujer. Ganaremos todos si comenzamos por casa.

En este asunto, justo hoy, en el día de la mujer, uno escucha las peores buenas intenciones. El que se siente sensibilizado porque es día de la mujer y ese día lava su plato para aliviarle el trabajo a una mujer, o el que este día justo decide ocuparse de los niños para que ella, en su día, descanse. Hagamos que las tareas domésticas y del cuidado de niños, adultos mayores y enfermos se repartan mejor, todos los días, y ahí habremos dado un gran paso.

En vez de regalar un día con menos trabajo doméstico o de ofrecer descuentos a las mujeres porque ganan menos, revisemos la distribución de tareas, las políticas salariales y de contratación para evitar discriminación. No es tan complejo, es cosa de compromiso y voluntad.

Hoy más que nunca, sobre todo frente a los brotes fanáticos que hemos visto en días pasados, tenemos que hablar más de la igualdad, pero sobre todo ponerla en práctica. La equidad entre hombres y mujeres no quiere decir darle privilegios o facilidades a las mujeres para que se la lleven fácil, sino reconocernos como iguales y asegurar que podemos ejercer dicha igualdad. Un sociedad moderna y libre que busca ser justa e inclusiva tiene que dar la pelea por la equidad de género.

Así que al igual que el año pasado, le pido por favor, que no nos saluden con un “feliz día de la mujer” ni nos propongan celebrar este día, sino mas bien hagan su tarea y piensen qué les toca hacer en su casa, en su trabajo, en su comunidad, en su rol de elector para contribuir con la equidad de género; y hágalo. En vez de un saludo felicitándonos por nada, cuéntenos que está haciendo para que haya mayor equidad entre hombres y mujeres.


(Foto: Wired)


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