Es otra vez el Día Internacional de la Mujer y para no perder la costumbre le pido a los lectores, como todos los años, que por favor no vayan por ahí diciendo feliz día. No es un día feliz. Es un día de lucha por los derechos de las mujeres. Así que los regalitos y las flores sobran.  

La agenda de igualdad entre hombres y mujeres está activa, y eso ya son buenas noticias. Hay avances y también retrocesos en distintos ámbitos de la agenda. Por ello hay que celebrar y profundizar los avances, exigirles mayor velocidad, hay que ponerle atención y ganas a los temas en los que andamos estancados, pero sobre todo hay que tomar acciones urgentes para revertir la tendencia negativa en algunos temas.

Los avances en lo laboral

En los temas laborales hay todavía mucho que hacer para lograr cerrar las brechas. Todavía en promedio nos pagan menos que a hombres con igual capacitación y experiencia, todavía tenemos poco presencia en puestos de toma de decisión. Pero, de que hay avances, los hay. Claro que los hay.

El sector privado, lentamente, ha ido reconociendo que tiene un problema de género en sus políticas laborales y de contratación, porque en la mayor parte de empresas las políticas de recursos humanos terminan reproduciendo la situación actual del mercado. Pero reconocer que tenemos problemas es el punto clave para cambiar las cosas. Hoy cada vez más las empresas están incorporando cambios en cómo contratan, cómo definen salarios y ascensos y cuidan que se cumplan mínimos de diversidad al interior de los trabajadores y directivos de sus empresas.

Estos cambios obedecen a la mayor conciencia sobre la importancia de tener más mujeres en las empresas, pero sobre todo porque hay creciente evidencia de que le va mejor a las empresas más diversas. Un estudio basado en el análisis de la data de más de 22 mil empresas en 91 países encuentran que hay ganancias para las empresas de hacerse más diversas al menos en temas de género. Con ello hay más presión por contar con mujeres en las directivas y más interés en reclutar y retener mujeres en las empresas.

La existencia de rankings como el Par, Ranking de Igualdad de Género, que desde hace unos años viene evaluando a las empresas que voluntariamente participan da cuenta de estos avances. Cada año hay más empresas dispuestas a ser evaluadas respecto a sus políticas laborales de género y a recibir recomendaciones sobre como mejorar su desempeño en esta materia. Buenas noticias.

Claro, nos sigue faltando mucho, la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue siendo significativa y la presencia de mujeres en puestos directivos o poder en las empresas privadas sigue siendo más un caso excepcional que la norma. Hay algunas industrias donde hay mayores avances –empresas de servicios por ejemplo- y otras donde estamos muy rezagados –entre los 15 bancos privados que operan en el Perú, hay 9 bancos que no tienen ni siquiera una mujer en sus directorios-. Nos falta velocidad y constancia en estos cambios, pero hay cambios. La cosa no es sencilla, se estima que en los países desarrollados aun tomará cerca de 70 años cerrar la brecha salarial.

El sector público tiene incluso mejores indicadores que el privado en este tema. Falta, pero se avanza hacia la equidad salarial y hay más mujeres en posiciones de toma de decisiones y poder. Las mujeres son la mitad de los empleados públicos y hay una creciente presencia de profesionales universitarias en dicho colectivo. Servir hace un extraordinario trabajo monitoreando los avances en el sector público así que al menos para este sector tenemos información permanente y confiable.

¿Y cómo vamos en otros temas?

Estos avances en lo laboral se dan a la par de estancamientos y retrocesos en dimensiones fundamentales para lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Hay poca evidencia de cambios en la urgente transformación del trabajo no remunerado y en las responsabilidades de cuidado de niños, enfermos y adultos mayores, que siguen siendo la norma en la vida de las mujeres. Las mujeres dedicamos en promedio 25 horas más que los hombres cada semana a tareas no remuneradas. Tareas básicamente asociadas al cuidado del hogar y de niños, adultos mayores y enfermos, que socialmente se consideran nuestra responsabilidad. La velocidad e intensidad con la que las mujeres hemos entrado al mercado laboral es muy superior a la velocidad con la que los hombres vienen asumiendo las labores de “cuidado” y tareas domésticas. De igual modo, las políticas públicas y los modelos de negocio que permitirían favorecer mejores condiciones para las mujeres trabajadoras son aun incipientes –cunas, centros de cuidado de adultos mayores durante el día, sistemas comunitarios de cuidado, permisos a padres para poder atender labores de cuidado de hijos menores, etc.-.

Falta mucho en este tema, pero sobre todo nos falta, cambiar las dinámicas en nuestras propias familias. Es ahí donde está pendiente la mayor transformación. Erradicar las prácticas cotidianas que refuerzan las brechas de género es probablemente lo que más tiempo nos tomará y a la vez lo que tendrá efectos más duraderos.

Otro tema en el que no se ven avances es en la participación política de la mujeres. Si bien tenemos varias mujeres ministras y viceministras y más de 35 congresistas mujeres, tenemos menos de 5% de alcaldes mujeres y solo una gobernadora regional. Las mujeres no solo ganan menos elecciones, sino que también participan menos. La política penaliza a las mujeres, pues para las candidatas es más complejo hacerse lugar en los partidos –cuando estos existen-, les es más difícil que a sus pares hombres conseguir financiamiento, son acosadas durante sus campañas por el hecho de ser mujeres y para colmo, los medios de comunicación les dan menos espacio que a sus competidores. La llevan difícil. Para el Congreso hay cuotas, pero para el resto de puestos de elección popular no hay mecanismos para ayudarlas. Algunos dicen que a las mujeres les interesa menos la política, pero al ver la gran cantidad de regidoras, por ejemplo, uno pensaría que este no es el caso. Lo que sucede es que de ahí no pasan.

Casi todo está por hacerse en este tema. Claramente, medidas como la alternancia obligatoria en las listas, cuotas en procesos de elección interna en los partidos, espacios en los medios de comunicación adicionales para mujeres pueden ayuda, pero lo que nos falta sobre todo es reconocer que tenemos un problema y que nuestra precaria democracia no está como para andar desperdiciando participantes, ni para andar rechazando diversidad.

Finalmente, donde vamos peor, donde parece que vamos para atrás, diría yo, es en el tratamiento de la violencia contra las mujeres. Luego de #NiUnaMenos, pensamos que avanzaríamos en la agenda de erradicación de la violencia de género, pero no fue así. Hoy hay evidencia de que tipificar el feminicidio fue un avance que se topa con la impunidad y con sentencias a favor de los agresores. Las prácticas perversas de médicos legistas, policías y comisarios y ni que decir de jueces y fiscales en materia de equidad de género no ayudan, por el contrario, refuerzan la violencia contra las mujeres. Solo en enero de este año ser registraron 10 feminicidios, 44 tentativas de feminicidio y casi 10 mil denuncias de violencia familiar (psicológica, física y sexual). Inaceptable. Avances, ninguno.

Con esta violencia se diluye lo que avanzamos en otras dimensiones. Estamos mal.

Desgraciadamente seguimos necesitando un Día de la Mujer para tener al menos un día la atención mínima a la agenda de equidad de género. Hay que seguir dando batalla, marchando, exigiendo, y no solo en este día.